En la obra de J. M. Barrie, Peter Pan invita a una niña llamada Wendy Darling al país de Nunca Jamás para que ejerza de madre de la pandilla de los niños perdidos. Este episodio significativo llevó a Dan Kiley, tras el éxito alcanzado por su libro, a publicar El dilema de Wendy.

Se trata de un ensayo sobre las personas que protegen a su pareja –o a otras personas importantes de su vida– como si fueran sus madres. Es un rol que pueden desempeñar indistintamente hombres o mujeres, aunque es más común entre ellas.





Quien padece el síndrome de Wendy tiene d
ificultades para controlar su propio rumbo y, para compensarlo, se vuelca en dirigir la vida del otro adoptando una actitud maternal.






SINTOMAS

Insiste en ejercer de madre protectora y asume la responsabilidad que elude Peter Pan.

Siempre se muestra disponible; si no, experimenta un sentimiento de culpabilidad.

Periódicamente acusa a su protegido de abusar de su buena fe, aunque tampoco hace nada para cambiar la situación.

Miedo al rechazo: muchas veces debido a la carencia afectiva, la persona se sobrepreocupa y no entiende el límite del amor y del cariño.

Son personas con miedo al abandono: una de las características fundamentales de estas personas es la dependencia emocional.

Viven dominadas por deseo de complacer a los demás y sobre todo a la propia pareja.

Tiene mucha relación con el síndrome de Peter pan, miedo de crecer, actuar como un niño, ya que normalmente detrás de una persona Wendy siempre hay un Peter pan.

Se mueven por una necesidad imperiosa de seguridad.



TRATAMIENTO:

En su libro Las mujeres que aman demasiado, la terapeuta Robin Norwood se centra en la tendencia femenina –aunque no es una actitud exclusiva de las mujeres– de buscar hombres que hacen sufrir. Por una extraña álgebra amorosa, las personalidades pacíficas y estables son descartadas a priori en la elección de la pareja, ya que se sienten más atraídas por caracteres complejos que desatan tormentas.

Al comprobar que muchas mujeres, tras fracasar con un determinado modelo de hombre, vuelven a enzarzarse en una relación de similares características, la autora encontró las causas en un deseo de “amar demasiado”. Es decir, frente a la relación serena que no requiere movilizar todos los recursos disponibles, la persona adicta a amar desesperadamente necesita a alguien que se lo ponga difícil, lo que a menudo implica enamorarse de alguien que no muestra el mismo afecto ni el mismo nivel de compromiso. Para salir de esta adicción destructiva, Norwood propone un programa de recuperación en 10 puntos:

1. Buscar ayuda profesional.

2. Hacer de la recuperación una prioridad vital absoluta, lo que implica hablar abiertamente con la pareja sobre la situación.

3. Buscar un grupo de apoyo formado por personas que entiendan el problema.

4. Desarrollar la propia espiritualidad mediante la práctica diaria, a través de la meditación u otro medio que promueva la calma.

5. Dejar de manipular y controlar a los demás, incluyendo no dar consejos y directrices que no nos han pedido.

6. No engancharse a los juegos de pareja con papeles de rescatador, perseguidor o víctima.

7. Enfrentarse a los propios problemas y defectos, ya que a menudo tratamos de reparar los de los demás para silenciar los nuestros.

8. Cultivar lo que se necesita desarrollar en uno mismo, sin esperar a que la pareja cambie para poder realizarse.

9. Volverse lo bastante egoísta para situar nuestro bienestar, trabajo y prioridades en primer plano.

10. Compartir con los demás lo que hemos experimentado y aprendido, para ayudarlos y no repetir los mismos errores.

Al final, se trata de acabar con el cuento que nos impide ser personas libres y autónomas.


FUENTE: Aqui, aqui y aqui.